No estoy muy versado en política ni poco ni mucho, solo lo suficiente para atajar un motivo sobradamente justificado. Es cuando escribo algo relacionado con ella, solo por el hecho de afectar de forma notable a nosotros los ciudadanos hago algún que otro “pinito” en el aire y doy la cara por tal o cual causa.
Estuve viendo por la televisión el pasado Martes el desfile de las Fuerzas Armadas, al cual asistieron personalidades del Gobierno, vida civil y militar, entre otros muchos. Dijeron que habían desfilado mil personas menos; la privación de algunos vehículos con respecto al año pasado y no sé cuantas cosas más mermaron este año el desfile. Estuvo el acto menos pesado, más ágil y hasta más brillante. Creo que su Majestad el Rey Juan Carlos agradeció, aunque en contra de su gran magnitud castrense, este desfile un tanto light puesto que quise advertir cierta incomodidad en una de las piernas que le hizo cojear. Su aspecto general, en cambio, era muy lúcido y con cara de muy buena salud.
Fueron muy desagradables los abucheos de “Zapatero dimisión” , fue una falta de respeto sin parangón a las Autoridades allí presentes, incluidos los Reyes, Príncipes, personalidades y familiares de los fallecidos en actos de servicios, especialmente el Sr Zapatero al que iban dirigidos los griteríos y desaprobaciones. Sentí vergüenza ajena y aunque no por esperados dejaron de sorprenderme. Ese hombre, se quiera o no se quiera, es nuestro Presidente y además elegido por la gran mayoría de los españoles. Merece un respeto. Tiempo habrá cuando llegue el momento de elecciones de quitar y poner a quien corresponda. Por cierto no seré yo, puesto que ya dije no soy político, quien diga, comente o insinúe un determinado sucesor. Cada cual de acuerdo con sus creencias y dignidad emitirá su voto a favor de quién quiera y desee en la seguridad de que lo está haciendo en conciencia y bien.
Lo que sí está claro es que no hay vergüenza cívica ni para pegar un sello. No la hay para el trato con el mobiliario urbano; con las paredes acabadas de pintar y blanquear; con los parques y jardines; con las bicicletas urbanas de alquiler: con las personas mayores; con las mujeres y la violencia de género. Es un verdadero caos. No hace muchos días me faltó poco para reventar de rabia. Qué poca vergüenza, fue en La Línea de La Concepción un grupo de cinco o seis adolescentes, de profesión estudiantes absentistas, comentaban adonde ir para burlar la vigilancia de la policía urbana y que no recayera a sus padres las multas allí establecidas para estos casos. Qué se puede esperar de estos vagos sinvergüenzas, que derrochan y tiran por los suelos el deseo de los ciudadanos de buena fe que con sus impuestos pagan los mantenimientos de las instituciones docentes.
En fin no sé cómo arreglar el tema de los abucheos al Presidente para futuras fechas –porque esto viene siendo habitual año tras año- pero algo habrá que hacer aunque sea estampar sus bocas con esparadrapo. No es una decisión muy democrática ni tampoco es mi deseo, ha sido una exposición espontánea sin pensarla pero que debe de tener alguna solución de cara al futuro. Zapatero si lo desea podrá dimitir pero no por una petición callejera, muy borde y bochornosa. Repito, llegado el momento, los ciudadanos seremos aquellos con capacidad suficiente para que emitiendo nuestro voto despejemos las incógnitas que su mandato haya podido plantearnos.
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