Con la finalización del mes de julio se agota prácticamente la mitad del período disponible para el veraneo; queda por delante todo Agosto y gran parte de Setiembre. El que más y el que menos tenemos nuestros añitos y preferimos en vez de veranear, invernar; como las salamandras. Es que los años no pasan en balde y conforme los vamos cumpliendo nos acercamos a la etapa de las prohibiciones; no nos puede dar el sol con regular duración y a determinadas horas del día es maligno, nos puede producir cáncer de piel; los baños han de ser cortos; las comidas pocos copiosas; las bebidas alcohólicas menos aún, aunque se ha de beber bastante agua a fin de hidratar. Curiosamente los mayores no mostramos nunca sensación de sed pero, eso sí, se beben (nos bebemos) cuantos mojitos, cubatas y otros apaños sean posibles para entonar el cuerpo. Perra forma de llevar la vida, los placeres de ayer se convierten en píldoras para vivir el presente.
También ocurre, no sé si por la edad, si por anemia o por lo que sea, nos gusta dormir la siesta. Hoy día es un peligro hacerlo porque a las pruebas me remito. Un tribunal de Noruega ha condenado a nueve meses de prisión a una mujer por violar a un hombre mientras dormía en el sofá, ella aprovechó la oportunidad para proceder a una felación, de la cual quedó prácticamente satisfecho pero vaciado y adeudado. Por ello si uno escoge la invernación aparte que te garantiza un descanso amplio en el más estricto sentido de la palabra, te ampara de estos peligros debido a los momentos de inconsciencia o que ante el ataque sorpresivo no tenga uno coraje para rechazar lo ya iniciado. Ella se defendió ante los tribunales pero estos no tuvieron caridad a pesar de que en tan feliz despertar surgiera aquello de ¡No pare, sigue, sigue!
Invernar es otra cosa, no te castiga ese sol de 40º y más, no existen chiringuitos que machaquen tu bolsillo, ni noruegas que invernen. Es mejor el mes de diciembre; la casa rural, la chimenea con leña de olivo; las chacinas de la sierra, el queso payoyo, el vino local de pocos grados y ver nevar a través del ventanal. Una buena manta de Grazalema en la cama y ambientar las sábanas con el calentador de rabo largo que usaba mi abuela repleto de rescoldo de la chimenea. Pasear por la serranía y respirar profundo un oxigeno puro con olor a clorofila de flores silvestres. Qué más puede uno querer. El cuerpo se defiende de ataques y surgen debido a estar imbuido en la tercera edad, que es antesala de achaques y goteras. Lo que únicamente se desea es calma y sosiego, que Zapatero no nos asuste, que nos deje vivir tranquilos, que no nos toque las pensiones; que los nacidos en los años treinta del siglo pasado sabemos mucho y recordamos las vivencias en su mayoría muy crueles. No necesitamos que nos memoricen históricamente. Nuestros nietos y la compañera de vida son los que nos hacen luchar si es que uno aún lucha. Más que batallas son predicamentos, pero muy llenos de lógica y experiencia. Estoy viendo una España que no me gusta nada, llena de independentismos, vanidades y sobre todo ganas de joder. Ejemplo: “Dicen algunos “Mantener a la Cara Real cuesta un pastón”. Más pastón cuesta mantener una legión de políticos, tanto en el Gobierno Central como en cada una de las Autonomías que suman totales y cifras con cuatro y más ceros. La gran mayoría con una dedicación de palmeros y reír a compás las ocurrencias de sus respectivos líderes.
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