Ya dejamos la época estival por excelencia; el verano, encaminándonos hacía el otoño, antesala del invierno, tiempo gris poco lucido, sinónimo de tránsito, caída de las hojas que serán juguetes del viento y pesadilla de los barrenderos. Para el que firma este artículo este verano fue una pesadilla, todo lo contrario de cuando fui joven –me encantaba el sol, la playa y sus consecuencias, incluso las negativas- ahora odio esos calores por encima de los 40º C, una temperatura de fiebre corporal grave; un asco mayúsculo, mitigado tan solo por la vista de trriquinis, bikinis y…”quinis”, menos mal que los ojos no envejecen.
Dios quiera que el otoño se comporte como tal, que no resulte una prolongación del verano como tantos otros años atrás, la única tranquilidad para que esto no sea así será que siendo los días más cortos y el caminar del sol en una estela más lejana aliviará nuestros miedos. Muy al contrario de lo que pueda parecer en estas estaciones que se avecinan, otoño e invierno- espero con estremecimientos de placer las sábanas de franela, las mantas y la colcha de plumas; aparte el squiijama apropiado; más ceñido al cuerpo. Pero sobre todo el calor humano a tu lado de la mujer que amas y que al cabo de 45 años sigue ahí ofreciendo su presencia y un calor que ya no tiene más interés que el cariño relacionado con el amor acumulado de muchos años, lejos de apetencias sexuales poco exigibles. Eso queda para jóvenes y para algún viejo carca que terminará siendo víctima de la Viagra.
El otoño es el inicio de un nuevo curso para los niños y adolescentes. Para ellos es distinto, es como un tiempo para nuevos proyectos e ilusiones nuevas, para hacer todo tipo de planes. La naturaleza que es “madre” nos invita en esta época al recogimiento familiar a fin que hagamos hogar. Pero no nos engañemos es aquí cuando la naturaleza, aunque parezca mentira a la par que mortecina, se extiende sobre sí misma para reengendrarse de nuevo, para soñar con nuevas y floridas primaveras. Que para el arriba firmante solo tiene de negativo que es antesala a su vez de un nuevo verano. Aunque para muchos vivir el Otoño es lóbrego, tenebroso, oscuro, deben de recordar que está germinando en él algo mucho mejor. Dios está en las entrañas de la vida. Quiero creer yo.
Para algunos el otoño es el declive de la vida. No es exactamente eso tampoco, ni la tarde, ni la noche. Es, más bien, ese impreciso momento que llega silencioso y discreto con las primeras horas del día, abarcando instantes brumosos que se interrumpen poco a poco sin ser tocados por los salientes rayos del sol. Aunque a grandes trazos todo esto es lo que percibo con respecto al otoño principalmente, es cierto que me tiñe el corazón de tintes oscuros y a lo mejor hasta pensamientos y recuerdos con fecha de caducidad. En esta estación aunque no lo pretendas se filma todo en blanco y negro, y aunque más tarde pretendas colorearla, aún lográndolo, curiosamente pierde vida, su entidad principal y absoluta son los tintes grises. Sombrío y oscuro otoño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario