sábado, 4 de septiembre de 2010

TENER QUE VOLVER AL TRABAJO

Cuando alguien se reincorpora procedente de cualquier actividad cero lo hace con los cables un tanto pelados, fuera de sitio, sin saber qué hacer; en el espacio corto de un mes vacacional se pierden totalmente los hilos por donde fluía una energía, si no eléctrica sí inflamada de muy buenas vibraciones. Esto todos los años es así, ha venido en llamarse algo así como síndrome postvacacional. Ahí queda eso. Lo malo no es padecerlo sino ver qué tiempo es el adecuado y necesario para colgarlo, aunque sea en los cuernos del jefe malo –me refiero a la cornamenta que tiene como trofeo de caza en el salón de su casa- y empezar de una puñetera vez a rendir y a olvidarse de la buena vida y, sobre todo, del estado de tu cuenta corriente constituido por el sueldo de agosto y la paga extraordinaria de julio. Pero que ya no queda ni virutas del último euro.
Lo malo no es eso, lo malo es que los niños en edad escolar se incorporan a sus respectivos colegios en breves días. Eso supone más de lo mismo, llantos sobre el “difunto” y pocas posibilidades para restablecer tu equilibrio emocional para echar fuera ese síndrome puñetero postvacacional. De todo esto nos libramos los jubilados, la eterna clase pasiva española; digo eterna porque ahora a los mayores de 76 años los ve en “Activa Club” y otros centros del mismo estilo –pero no de la misma calidad- ejercitando y zarandeando los años como un adolescente (es un decir) mirándose de perfil y de frente y celebrando la primera pequeña hinchazón que pudiera anunciar el nacimiento de un tímido abdominal, después de animosas pero no menos fatigosas sesiones gimnásticas. Que ocurra esto ha podido tener la culpa una tercera edad muy bien cuidada por parte de los médicos de cabecera (en mi caso el Dr. Corral Formoso) y un poco de envidia como consecuencia de las tabletas de chocolate que luce cada vez que puede míster Aznar. Joder, a mi me encantaría saber si esos voluminosos abdominales son de poco tiempo a esta parte o ya vienen de cuando fue joven. Más bien creo lo primero porque él no ha cacareado de ellos hasta este verano por las playas. En fin que bendito sean sus co….
Lo dicho, pero lo que no me gusta es que se juegue como se está jugando con los posibles futuros “jubilatas” (ya sé que la denominación no es mía, pero yo la empleo por buena y por haber estado muy bien salvaguardada por Pepe Sánchez) Pues eso, ahora quieren, por los visto, alargar la vida laboral y por consiguiente empequeñecer un descanso que se supone bien merecido llevando la jubilación de los 65 años a los no sé cuantos años más. Eso es un sablazo y un petardazo. Todo esto tal vez por haber dispuesto de unos fondos exclusivos para este menester para otros de destino menos social; me imagino.
En fin que en nuestra juventud y edad madura no existía esa poca vergüenza del síndrome postvacacional. Digo poca vergüenza porque en todo caso se agradecía el bienestar de un trabajo, el disfrute de unas vacaciones y no escandalizar a los que no tenían esos bienes tan escasos siempre; tanto o más que ahora. Pero ocurre que los nacidos allá por el año 35-40 sabíamos apreciar lo que tanto tiempo escaseamos. El síndrome dichoso era, si es que existía, de placer y un bienestar social incipiente. Fueron llegando loas primeros placeres: el seat-600, el primer pisito, las primeras becas de estudio, las vacaciones de “Educación y Descanso, etc. Después a seguir luchando para mantener esa incipiente calidad de vida. Hoy la gente nueva se lo han encontrado todo hecho, o casi todo, y se asusta al tener que volver al trabajo.

No hay comentarios: