Cuando uno llega a cierta edad, por ejemplo 77 años, no sabe qué época fue la que más lució en el corazón. Sin lugar a dudas fueron muchas: la Primera Comunión, el día que contraje matrimonio con Carmen; las fechas en que nacieron mis hijos, mis nietos: los días que se casaron. En fin, también por cosas difusas como la de estrenar pantalones largos, sinónimo de hombre o el primer beso en los labios, aunque a regañadientes, protestado –aunque con la boca muy pequeñita- a la primera novia; aquella noche no pude conciliar el sueño y tuvo lugar la primera masturbación. No quiero marearme más en busca de cosas y cuestiones felicísimas porque estas serían interminables, aunque persistentes también fueron aquellas que entristecieron mi alma: la muerte de mis padres y de mi hermano Alfonso. ¿Cuánto daría yo por tenerlos de nuevo a mi lado? Mi exigua fe no me da la suficiente tranquilidad para pensar que los voy a ver de nuevo. A quién coño sale mi hijo Antonio, al que tanto quiero, capaz de cosas increíbles a favor del prójimo. Tiene un corazón muy grande y muy noble. Pronto me dará un nuevo nieto; hará el sexto.
No sé por qué mi incredulidad sobre las cosas susceptibles de titubeos, aquellas que se dejan ver tras cuestiones dogmáticas o increíbles (para mí). No sé a qué vienen esas dudas si en mi larga vida he tenido muchas satisfacciones, y si tuve alguna contrariedad, que las tuve sobre todo en el terreno laboral, aparecieron para aprender de la vida. Sobre todo para no tropezar más en la misma piedra. En la Central Lechera, empresa a la que quería hasta morir por ella, tuve mi primer revés, en ella a pesar de ser una cooperativa se dejó subyugar por un socialismo incipiente que la puso prácticamente en los brazos de los que posteriormente fueron sus dueños absolutos. Desde entonces hasta hoy el socialismo, los socialistas, solo me han dado desafortunadas situaciones nada humanas y, si cabe, menos misericordiosa.
Pero la vida, a pesar de todo, a pesar de las tonterías del Señor Arturo Mas con el idioma castellano-andalú, es tela de bonito vivirla. Hasta que no fui conociendo a los pomologistas políticos catalanes lo pasé bastante mal y me tomaba muy a pecho sus cosas. Ya después me fui acostumbrando a ellas y me resbalaban, aunque de vez en cuando pasa a primer plano un tonto lava de los muchos que hay por allí, y saca pecho bien con la religión, con la forma de hablar o con la supuesta inconexión de Cataluña con España. Es verdad que habéis logrado algo más de la cuenta del Gobierno de España merced a los trueques que habéis llevado a cabo por favores y apoyos políticos. Dios quiera que estos se acaben. Puede ser más pronto de lo que pensáis.
Está claro que en tiempos de la dictadura, sobre todo en sus últimos veinte años, se vivió una travesía de esperanzas y se palpaba un futuro cercano repleto de grandes ilusiones y expectaciones. Aquello ya no podía durar mucho a pesar que todo “estaba atado y bien atado”. Por aquellos tiempos no estábamos politizados, más bien abanderados. Era una forma cómoda de vivir aunque escaso de libertades. Hoy las tenemos pero muy mal administradas. Las libertades que principalmente surgieron fueron las autonomías, rebeldías y voluntades; inmunidades, aforados, privilegios