Se trataba de un joven que apenas tenía 21 años. Acababa de salir licenciado de la mili –antiguo servicio militar obligatorio ya desaparecido-, quiso prolongar su compromiso militar, lo que entonces se conocía como “reenganche”, pero puede decirse que en el último segundo se arrepintió, no tenía muy claro su amor castrense. Así es que pidió su cartilla militar, cuando ya todos sus compañeros estaban en sus respectivas casas, y si te vi no me acuerdo. Sus dudas de última hora fueron como consecuencia de no tener muy claro qué hacer: si seguir estudiando, buscar trabajo o lo que fuere. Cualquier cosa, menos vaguear.
Desde entonces, hace ya cerca de sesenta años, salvo un período de muy pocas fechas, el trabajo no ha sido el bien más grande en esta España de nuestras entretelas. Pero vamos, nuestro protagonista buscó y encontró el suyo y lo encontró. Fue su mediocre porvenir y luchando mucho logró sacar una familia adelante, trabajando mucho, encontró una mejoría económica a base del pluriempleo, que aliviaba las cargas sociales del patrón, porque nunca le dio de alta en la seguridad social –hoy disfrutaría de los beneficios de ella- pero no eran tiempos de exigencias de este tipo. Así que tuvo que apretar los dientes y aquí paz y después gloria. Al menos y un poco a contrapelo le daba gracias a Dios por el pan nuestro de cada día.
Nunca quiso pertenecer a ningún Comité de Empresa para salvaguardar su puesto de trabajo; como se hace ahora. Por que hacer esto no sirve, ni antes ni ahora para nada, son los primeros que tienen que coger el portante. Esto pudo servir de algo hace tiempo, en momentos puntuales de la dictadura. Ahora pueden dorar la píldora un tiempo pero al final tienen que coger la puerta imbuido en los eres, las emes (de mierda) que hoy se han inventado para cerrar empresas y en lugar de parados engrosan las listas de prejubilados con cincuenta y pocos años que ya no trabajaran nunca más en su vida. Son ex trabajadores con vientres prominentes, visitadores del Mercado Central de Abastos, algunos con varitas cimbreantes en la mano, que no sirven para apoyarse, pero que por lo visto les imprime seguridad.
Fueron pasando los días, los meses y los años logrando sumar unas cotizaciones que sirvieron para que nuestro personaje equis alcanzara su jubilación adecuada. Ha estado unos años, ya más de diez, sin sufrir agobios económicos ni premuras en el cobro. Esto cuando se es mayor, que ya no te quedan fuerzas para nuevas luchas te parte por la mitad y no entiendes como existen políticos como los que ahora tendrán que coger el camino, que no han sabido ni mentir y menos aún vivir la política con decencia y dignidad. Esto lo he dicho y dicho queda, solo tengo que hacer la apreciación que no me he referido de forma general y menos de manera puntual a nadie. De eso debe de encargarse el fiscal correspondiente en su momento.
Mi personaje de hoy que a fe ciega existe, maldice la hora en que no se atrevió en afrontar su porvenir en una Academia Militar. Cosas que pasan, tal vez fuera por falta de valor que al militar se le supone. Pero cuando tomó su decisión de no seguir aún no lo era, pero que a buen seguro tuvo en su vida civil más “huevos” que Esparteros. Lo garantizo ya que estuvo en mil batallas toda su vida en lucha constante con la subsistencia.
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