Este blog se hace con la intención de recopilar una suma importante de artículos publicados por el autor, en "Información Jerez". Se invita a colaborar en el mismo a quienes lo deseen. Se incluirán, igualmente, artículos de Opinión de palpitante actualidad.
sábado, 6 de febrero de 2010
Aunque sea cosa de lagartija.
"Información Jerez" Agosto de 2003
Hay quién no veranea; inverna. Puede que tenga sus ventajas y esté sobradamente justificada esta decisión, sobre todo si se tiene en cuenta que en invierno no tiene que arrastrar con toda la parafernalia playera: paraguas quitasol, sillas, mesa, nevera, transistor. ¡Qué os voy a decir! Todo porque hay quien no tiene un puñetero euro –en cuyo escalafón me encuentro- que carece del dinero necesario, para pagar un hospedaje en temporada alta, de esos que las mujeres denominan “que me lo pongan todo por delante”. Según ellas “eso es descansar”. Por supuesto que sí, además con la ventaja que al “doler” el bolsillo no se incluye en el pasaje a la suegra, ni te obligan a ello. En cambio cuando uno va por el mundo de dominguero cualquiera la deja en casa, te persuaden y te impulsan que cualquier decisión contraria puede ser lo último que hagas en tu vida.
“Veranear” en invierno es mucho mejor. No me satisface emplear la palabra “invernar” para definir las vacaciones anuales en invierno. Pero lo que es un refunfuño con nuestra Lengua Castellana es lo primero, o sea, “veranear en invierno”, aparte de que no me gusta como expresión para definir un hecho vacacional, porque invernar es cosa de salamandra o salamanquesa, como ustedes quieran o prefieran. El arriba firmante no se identifica con los reptiles. En cambio hay quien aún siendo “homo erectus” repta arrastrando su asquerosa panza por las paredes del despacho de sus jefes. Estos vertebrados que no son ovíparos me ponen carne de gallina y solo el hecho de pensar en ellos me da repelús.
En definitiva, me gusta más el descanso en invierno, los campos están verdes, se respira la clorofila del bosque, la naturaleza rezuma vida y la existencia se hace menos artificial, el agua es pura y cristalina y la mesa camilla y el brasero se imponen a las calorías del aire acondicionado. Porque esa es otra, aborrezco el aire caliente que impulsa los acondicionadores.
A pesar de todo pocas veces, por no decir ninguna, me he dado ese gustazo; me refiero al de vacacionar en invierno. El arriba firmante, como creo que le habrá pasado al resto de los mortales, aunque cueste trabajo creerlo, no ha dependido de sí mismo y, menos, de sus propias decisiones. Como cualquier hijo de vecino, cuando los niños fueron pequeños, dependí de ellos mismos y de su madre.. Ahora que son mayores seguimos dependiendo de ellos y de su madre, pero también de las nueras y de sus hijos; mis nietos. Ahora bien, como los pequeños están en edad escolar, aprovecharemos mi mujer y yo, para darnos un garbeo por la sierra de Cádiz, hincharemos nuestros pulmones de oxígeno, nuestros estómagos de buen jamón de “pata negra” y chacinas del lugar, buen pan de leña sin aditivos, vinos de baja graduación y de esta manera, a buen seguro, que llegando el sábado lo convertiremos en sabadete y se reverdecerán viejos laureles. Al pensarlo froto mis manos de alegría una con otra hasta quemarme.
De vuelta a casa habrá que sustituir los amarguillos de Grazalema por la galleta integral, el jamón pata negra por el denominado de York y las chacinas y otros agentes culinarios que te hacen presentar unos cachetes a lo Heidi, por otros alimentos de menos monta para mantener al colesterol, glucosa y la hipertensión lejos de tonos amenazantes. Ya nos sobran años y por dicha causa muchas goteras en el tejado. No podemos con las olas de calor y vamos a ver con las de frío. Está claro aunque no me guste lo mejor es “invernar” en casa, aunque resulte cosa de lagartija. Pero sin ser reptil.
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