"Información Jerez" Enero ded 2005
He de confesar que aún a pesar de existir en la biblioteca de casa varias Sagradas Escrituras, salvo en muy contadas ocasiones hago uso de ellas; no generalizo porque en verdad no se si otros miembros de la familia lo hacen. El pasado Domingo, como otros muchos, tras el desayuno en el “Rincón del Costalero” –frente a la Iglesia de San Mateo- paseo por el mercadillo que en aquellas cercanías se expone. Es un recorrido grato, lo catalogo a veces de “vagabundeo culto” y en otras de “recorrido chatarrero”; dependiendo si tu interés va tras la lectura o en pos de alguna que otra mercancía o accesorio que, si te es muy necesaria resulta de lo más útil, entre otras razones por estar ya “fuera de catálogo”, pero en cambio a la vista de los demás puede que sea comprar cochambre y basura. Depende como se mire.
Compré, entre otras cosas, varios libros de autores como Kafka, García Márquez, Pío Baroja, y también las Sagradas Escrituras. El bajo precio que se consigue para alguno de ellos, entre 1,5 y 2 euros, hace que los adquiera sin dudarlo un solo momento. Pero al darlos de alta en mi ordenador compruebo la duplicidad. Bueno, la verdad es que no me importa mucho porque los traslado más tarde como regalo a alguien de la familia que yo considere no los va a dejar en un rincón olvidados. A pesar de todo reconozco que al menos un veinte por ciento de los libros que poseo aún no los he leído Me quedé con las Sagradas Escrituras y, al leer algunos pasajes de ella, he tenido tiempo de reflexionar sobre los momentos que vivimos. Ha sido una premonición que me va a hacer mucho bien en esta etapa o recta final de mi vida. En ella estoy encontrando respuestas a muchas preguntas que hasta hace poco no las tenía.
Termina uno por no saber lo que es bueno y lo que es malo, si lo que es bueno para unos también lo es para los demás. Estamos en el mundo donde todo, o casi todo, es relativo. Observo que la gente piensa que las cosas son buenas si los son para ellos, dependiendo si les convienen. Los políticos, sobre todo, padecen hoy situaciones que catalogan de malas, y mañana –según conveniencias y situaciones- serán buenas y aceptables. Esto hace que el ciudadano dude y no sepa con claridad el camino a seguir. El arriba firmante no se atrevería nunca, en cambio, a considerar poco ética esta postura de los políticos, habría antes que estudiar ese otro principio de la necesidad puesto que son –por supuesto- responsables de sus actos pero también lo son de cubrir aquellas otras que atañen al bienestar de los ciudadanos.
Algo parecido ocurre con la Religión y la Iglesia actuales, está cargada de estereotipos donde se discierne lo que es bueno y malo en base a tradiciones y no en convicciones fuertes. La Iglesia, pienso, está apremiada, más bien obligada, a tener claras convicciones de sus creencias con base en argumentos de peso; creyentes y líderes que definan su propia ética sin basarse en tradicionalismos evangélicos, sino más bien, basándose en los principios de Dios que encontramos en las Sagradas Escrituras.
La ética del político, la conveniencia de la necesidad hace, bajo mi punto de vista, que todo sea lícito, aunque no todo convenga. A lo largo de las Sagradas Escrituras tenemos ejemplos constantes, en donde las reglas fueron violadas. Estos casos de acciones ilícitas, son permitidos en caso de una necesidad básica. En nuestra política local hemos tenido claros ejemplos de cuanto comento. Los apóstoles usaron conceptos filosóficos de su época pero fueron reinterpretados a la luz de las Escrituras.
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