jueves, 11 de febrero de 2010

Vá a ser que no.

"Información Jerez" Abril de 2005

La existencia de las personas en este pícaro mundo está cada vez más imposible, cada día que transcurre nos encontramos con más piedras puestas en el camino; o sea, la mitad de los seres humanos –más o menos- están jodiendo a la otra mitad. No me atrevo a involucrar en este “teorema” a la clase política, porque ya se sabe, ocurre como en aritmética, todos los enunciados hay que demostrarlos. Las sospechas por regla general son fundadas, pero eso no basta. A estas alturas no estoy para mamoneos de este tipo. A nadie escapa que los Populares van a muerte con los socialistas y al revés. Podría demostrar lo que ya es evidente. Pero va a ser que no.

Las circunstancias de la vida no me dejaron ser feliz ni disfrutar tan siquiera de unos minutos trascendentales; tampoco me dejaron aburrir a la gente, aunque he narrado todo, o casi todo, sobre mi vida; que no he inventado (ha sido evidente). Pero no me dejaron estar solo con mis recuerdos y no logré auparme en la codicia de no ser ambicioso, ni logré que un hermano fuera también amigo, y menos que el amigo fuera más que un hermano. Ahora, al cabo de los años, pretenden en cierta forma que pueda alcanzar las metas que ansiaba y no alcancé. Pero va a ser que no.

En la (dicen que bendita) profesión de periodista pueden existir tres o cuatro tipo de profesionales: los que creen ser ídolos, los que creen haberlo sido, los que creen que pudieron ser, y los que, como yo, pudiendo haber sido no me dejaron ser. Quisiera que alguna vez dejaran de ser creencia y fueran credo. Se oye una voz muy lejana que parece ser propone, o está dispuesta a proponer, que el arriba firmante no se muera ni se vaya con todos sus muertos (al cementerio) con esa pena de pertenecer a colectivo tan fascinante. Pero por razones que ahora no vienen a cuento pienso que va a ser que no.

Pensé a lo largo de mi vida que la mujer tenía fecha de caducidad por aquello que de jóvenes eran yogures. Los años no sirven para casi nada, solo para convertir algo viejo en maduro y disimular su apariencia con el sinónimo de la tercera edad. Escribo esta “Chumbera” a base de ir escarbando en el túnel de la vida, cuando ya vislumbro allá en el fondo la luz que da paso a la salida del pasillo, me faltan las fuerzas para escribir más. Mi estilo, que de verdad os lo juro, no se si es bueno o malo, o regular (ni me importa saberlo); lo único que entiendo es que lo hago de corazón, quiero seguir contando cosas, seguir escarbando y sacando tierra del túnel del tiempo donde la soledad viene a demostrar que es tu mejor amigo. No estoy solo, ni conozco la soledad física, solo la soledad del alma (que no es poco) dejada por la ausencia eterna de Juan Pablo II. Quiero encontrarlo. Pero va a ser que no.

Mis hijos son bocata cardinal, del mayor al menor y viceversa, Son queridos y yo los amo aún más que ayer. Daría mi vida por ellos, y por mis nietos. Que no los toque nadie, que se olviden de ellos los muchos mamoncetes que andan por ahí sueltos. Ay, cuánto malo hay en este mundo. No podéis ni imaginaros cuánto he sufrido, cuánto más relevancia tuvieron mis hijos más envidias suscitaron. Merecerían esa panda de hipócritas que yo publicara tanta farsa, beatonería y comedia. Jamás lo haré, fue más que promesa, el juramento que yo hice un dia a mi hijo Antonio. Es un santo. ¿Alguien lo pone en duda? Por todo esto va a ser que no.

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