lunes, 1 de febrero de 2010

Ser andaluz.

"Información Jerez" Mayo der 2005.

Ahora posiblemente no ocurra así pero hasta no hace mucho tiempo miraban a los andaluces, incluso desde muchos puntos de nuestra querida España, por encima del hombro; como seres pestilentes, analfabetos y, sobre todo, vagos. No es totalmente cierto, puede ser debido –supongo- a nuestra afición por la siesta. Tumbarse un ratito en las tardes veraniegas obedece, más bien, a prevenir los estragos de la hipertermia febril de un sol de justicia. Tengo unos amigos del norte que vienen todos los veranos y, con la justificación que llegan para descansar, se pegan unos sesteos de dos pares de ... O sea, es una cuestión de clima.

Ya sestea todo quisqui, todo aquel que disfruta de este clima adopta la siesta como una hija natural; ya hasta los americanos han inventado un similar de ella. Eso si, no son tan quijotes como nosotros, aunque el término “siesta” es una denominación muy nuestra no lo toman literalmente –como nosotros hacemos con water, light y tantos otros vocablos- sino la suya propia: “Power Nap”. Pues que os vayan dando por allí. Por lo visto el padre y profeta de la siesta americana es el doctor James Maas, que lleva no sé cuantos años asesorando a las empresas americanas sobre las exquisiteces de la “pausa” mediterránea. Estos americanos son la repera, por si fuera poco ya están hasta comercializando tan delicado y sutil necesidad de sestear. Importantes compañías tienen a disposición de sus empleados unos salones –que denominan “nap lounges” de penumbra acojonante y con mullidos sillones donde los currantes pueden cargar las pilas evitando así el riesgo de un bajo rendimiento. Chupa del frasco Carrasco.

Está claro, entonces, que la siesta de los andaluces no era producto del moho en las bisagras, más bien una necesidad para que el sopor de media tarde no interceda de forma grave en el rendimiento del trabajo. Hay quien cataloga ya a la siesta como un arte ¡Ole, la gracia! Por lo que a mi respecta me considero un sesteador, como decía Camilo José Cela, de pijama y orinal. Si tienes deseos de hacer pis no hay más que alargar el brazo y … procurar no confundir zapato con escupidera.

Así que esos dormilones anónimos que andan solapados por ahí ya pueden ir saliendo del armario, como han hecho los "mariquitas", y proclamar a los cuatro vientos su condición de sesteador y, sobre todo, la gran festividad del “Orgullo de la Siesta”. De esta forma el arriba firmante invita a todo aquel que me esté leyendo en estos momentos a que sigan mi ejemplo de “sesteador militante” y, aunque estén en horario laboral, –que ya son los menos en época estival- hagan uso de su “derecho” a “La siesta en el Trabajo”. Para que ningún despistado y menos ningún jefe moleste, ni ordene ningún tipo de tarea laboral, recomiendo hagan colgar de la puerta de la oficina, o del taller, un letrero que diga “Prohibido molestar, siesta de trabajo en progreso”.

Déjenme pues que este verano, como tantos otros- calme mi sed con buenas raciones de gazpacho andaluz, que tan buenas propiedades nutritivas posee, y para completar la dieta preventiva anticalórica unas maravillosas siestas de sobremesa, zumbido de mosquito incluido, y la batalla -piadosa si se quiere- de la carcoma que hace su trabajo en las entrañas de algún mueble viejo, recordándonos -maldita la gracia- la fragilidad y efímera, al mismo tiempo, de la propia vida.

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