miércoles, 10 de febrero de 2010

Si mi tristeza no muere yo la mataré.

"Información Jerez" Enedro 2004.


Hay quien comenta, no sin razón, que mis escritos están llenos de tristeza. Aunque el silencio puede aportar una opinión, que en este caso sería otorgar la razón a quién se expresa de dicha forma, no quiero aplicar mi aprobación enmudeciendo, entre otras cosas para que se conozca, al menos, que existen unos motivos que justifican mis desánimos. Opino que aquel que escribe debe hacerlo volcando sus sentimientos, no debe novelar, sencillamente narrar sus propias experiencias, y aquellas otras ajenas, vividas. Estos conocimientos pudieran ser en un futuro el legado que uno dejara a futuras generaciones que, si no me equivoco, es más, les serán del todo necesario si no desean cultivarse a base de ir tropezando en las mismas piedras.

Mis escritos, como dijera el poeta, son hojas desprendidas del árbol del corazón, llega el otoño de la vida y se desprende uno de aquellas vivencias que de alguna forma han dejado huella y que, incluso, a veces, pueden provocar determinados reconcomios, bien porque pudiéndolos evitar o paliar no se hizo, o bien porque cuando se es joven nunca se muere de vergüenza y menos, aún, de miedo. Más tarde cuando llega el solsticio de nuestra existencia empiezan las dudas, los recelos y las vacilaciones; más o menos empieza uno a redactar un muy especial testamento en el cual cada uno va dejando sus propias experiencias para que, si a bien lo tienen nuestros beneficiados –que no serán otros que futuras generaciones- se sirvan de las mismas y eviten tropezones innecesarios.

Por todo esto me entristece la juventud que se droga, el político que se corrompe, la mujer que se prostituye, el marido que se suicida tras asesinar a su pareja y nunca altera el orden de ejecución, el estudiante que no aprovecha las posibilidades que el actual régimen político le ofrece, los jóvenes muertos en accidentes urbanos por imprudencias en la conducción de vehículos, los “tironeros” que nunca encontraron trabajo, los médicos peseteros con vocación de enriquecimiento, las consultas de la Seguridad Social con interminables listas de espera, los "vagamundos" que se niegan ir a centros de acogida, los que no tienen hogar y mueren de frío.También los que pretenden desgajar nuestro país con pretextos de descentralización, los “culturatas” que creen saberlo todo, los que no se convencen que trabajar es tan entretenido como divertirse, los que no se alejan de los aduladores, los que no lloran por el dolor ajeno, los que hacen las guerras mintiendo, los que hacen del fútbol una guerra sin armas...

Creo amigo Juan Pedro, si te lo piensas bien, que estos motivos, entre otros muchos que harían interminable su exposición, son razones más que sobradas para estar triste. Creo, entonces, que mi modesta pluma jamás podrá caminar por un sendero de felicidad si el que la ejerce está impregnado de visiones apocalípticas. Yo siempre creía, al menos mientras fui joven, que como sentenciara Frank Capra “un drama era cuando llora el actor; pero la verdad es que lo es cuando llora el público”. Hay quien dice que el mundo, con tantas desvergüenzas, vicios, cochambres, basuras y bazofias se está volviendo loco. Y sí que es verdad.

Si mis escritos son tristes no te preocupes querido amigo. Si esta tristeza no muere yo la mataré.

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