martes, 29 de diciembre de 2009

Diario de un ciudadano.

El ciudadano al que me refiero tiene ahora 75 años, cumplidos el pasado 4 de Diciembre –festividad de Santa Bárbara, Patrona del Arma de Artillería y de todas las cosas de solución casi imposible- a la que nadie invoca a no ser que truene. Por esta circunstancia mis amigos, compañeros de trabajo en mi época en la Central Lechera –sobre todo mi buena amiga Anita Pérez Rey- me llamaban en tono coloquial y cariñoso “Barbarito”.
Fui un estudiante mediocre cuando debí ser más aplicado, un tanto holgazán y poco responsable. En cambio a raíz de haber cumplido con las obligaciones que el servicio militar llevaba implícito allá por los años cincuenta,empecé a ser una persona más comprometida y conforme fui escalando puestos tanto en la sociedad jerezana como en mis obligaciones laborales,fui adquiriendo unos conocimientos especiales para poder enfrentarme debidamente a mis tareas. De esta forma estudié Contabilidad, Auditoria de Cuentas; interpretación de Balances, Cuentas de Resultados, etc. En otro período de mi vida activa tuve que aprender temas relacionados con La Seguridad Social, Nóminas y Declaraciones de todo tipo tanto a la Hacienda Pública como a la Tesorería de la Seguridad Social. Fue una preparación muy sólida como consecuencia de la práctica llevada a cabo con el propio trabajo de cada día.
De esta forma fui adquiriendo unos conocimientos que me llevaron, con el tiempo, de ser Auxiliar Administrativo a desarrollar cometidos de Jefe Primero de Administración y ya a último de mi vida laboral (ya con Puleva) Jefe de Transportes. Tropecé con muchos problemas de índole profesional que fui solventando con bastante acierto. Los que me causaron mas daño fueron aquellos que me planteaban los propios compañeros con sus zancadillas y sus envidias y los propios transportistas que nunca vieron justa la distribución de los portes.
Es verdad que en la Cooperativa Ganadera La Merced –Central Lechera- fue donde más aprendí en todos los aspectos, tanto profesional como humano. Pero bien es verdad, también, que fue el lugar donde más sufrí porque fue un puro calvario en todos los órdenes; laboral, humano, económico, entre otros. Los socios cooperativistas en su mayor parte, no actuaban y ejercían como verdaderos cooperativistas, sino más bien como proveedores con el único y exclusivo interés de tener toda la producción de sus vacas vendida sin ningún otro compromiso. Incluso para eludir la obligación del pago de las aportaciones a capital, entregaban la leche a nombre de algún otro familiar. De esta forma la Central Lechera nunca pudo subsistir y tuvo como final la venta de la misma a la firma Puleva en unas condiciones más bien adversas para sus intereses. Hoy día los ganaderos se arrepienten de haber dejado escapar la empresa lechera, la producción y por consiguiente los cupos caminan todos los días rumbo a Sevilla.

A fuerza de ser sincero y como empleado de la multinacional granadina Puleva, el tiempo que estuve en ella fue el más feliz de mi vida laboral. Estuve desde un primer momento trabajando muy fuerte pero complaciente y disfrutando de mi trabajo. Se cobró siempre puntualmente.


(Continuará)