sábado, 26 de diciembre de 2009

Hagamos un profundo examen.


Algunas veces, por no decir siempre; que eso suena a inequívoco, o sea a indiscutible, me he preguntado si nosotros los europeos o los americanos –me refiero a los estadounidenses- estamos en posesión de la verdad absoluta. Se habla mucho sobre terrorismo, no sin razón, es cierto que aquí en España hasta tanto no nos hemos visto involucrados de lleno en el mismo -a raíz de haber ido de la mano de EE.UU. a las guerras del Golfo y de Irak- es cuando hemos sentido en nuestras carnes el cruel castigo que una supuesta participación en dichos conflictos nos ocasiona. Digo supuesta participación porque en verdad, según cuentan, nunca estuvimos en el frente de batalla.

Alguien dijo que lo sucedido en Atocha y posteriormente en Leganés no es terrorismo, era más bien una guerra, pero una guerra muy especial, de pleno siglo XXI, donde un bando practica la guerra de guerrillas, que siempre fue hecha por la parte mas frágil, más enclenque –si me permiten el término- pero a lo kamikaze, dispuesta a morir por la causa, más o menos a morir matando; como hacíamos los cristianos en la llamada Santa Cruzada. Por tal causa se nos premiaba, más o menos como le prometen ahora a aquellos que se inmolan.

“…a gloria de loor de Dios todopoderoso y ensalzamiento de nuestra santa fe católica el santo padre Sixto IV otorgaba a todos los fieles cristianos, varones y mujeres, que para la santa guerra que se hace contra los moros de Granada, enemigos de nuestra santa fe católica, otorgar plenaria remisión e indulgencia de todos sus pecados entonces y en otro cualquier tiempo confesados…”.Quiero decir que desde que el mundo es mundo han existido las guerras y aquellos que mataron, siempre que las conveniencias obligaran, eran absueltos de todos sus pecados, crímenes y excesos y de horas no rezadas y de otros pecados confesados y olvidados en confesión…”

Masacre y crímenes horrendos fueron los cometidos en Atocha, imperdonables, incalificables, enormes, injustificables como también los fueron aquellos miles de ciudadanos que murieron en las noches de Bagdad, hace ahora más o menos un año, bajo el peso de las bombas que otro desalmado llamado George Buch ordenó lanzar sin tregua ni cuartel bajo el pretexto de buscar armas de destrucción masiva. No nos podemos olvidar tampoco de todos los inocentes muertos en Afganistán, ni los muertos en Corea… ni en tantos otros lugares del mundo, ni la sangría continua en Medio Oriente, una realidad cruel y sin una solución fácil. Existen guerras olvidadas que nos afectan a todos y que saltan a las primeras páginas de la prensa solo cuando la violencia en esos países se convierte en genocidio.

No quiero guerra santa, nuestra Iglesia actual tampoco. Pero aquellos que aún viven en este sentido cinco siglos atrás, sus dirigentes religiosos atizan en el rescoldo de los odios y rencores y no dejan pasar la oportunidad de poder morir en pos del paraíso prometido. La única bula que pretendo es aquella que dan mis años para decir lo que verdaderamente siento.

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