Este artículo fue publicado en “Información Jerez” en Enero de 2005
Hay personas que aún no creen que se pueda amasar verdaderas fortunas a base de trabajo y de una vida dedicada por entero a negocios que le provocaron emerger de la pobreza más absoluta. Son, más que escépticos, suspicaces pues ven en estas personas a unos seres randas manilargos capaces de colocar el dinero ajeno en su propio bolsillo. Puede que sea así en algunos casos pero por supuesto no en todos. Existen claros ejemplos de personas que lograron grandes fortunas con el simple hecho de poner en práctica ideas que a cualquiera pudo pasarles desapercibidas pero que ellos vieron en ellas la medicina que curaron sus males económicos.
Aquí en Jerez, sin ir más lejos, existen claros ejemplos de cuanto estoy comentando. En el sector bodeguero existen, hoy notables, firmas comerciales que surgieron con unos cimientos económicos poco fuertes, incapaces de sostener un comercio ni tan siquiera de medianos vuelos. También ha acaecido esto en otros sectores muy ligados, por ejemplo, a la restauración, panadería, vehículos de motor, etc. Sus actuales propietarios poseen grandes y saneados patrimonios y su cuna mercantil fue, en el mejor de los casos, ser el último de la fila; o sea, el administrativo que decide regentar un pequeño negocio en decadencia -donde se encontraba empleado- con el fin de poder seguir teniendo trabajo y no truncar el escaso salario que recibía.
Edwin Lowe un vendedor de juguetes neoyorquino buscaba tras un largo viaje un hotel donde descansar. Vio un bar al borde de la carretera, estacionó su automóvil, y al entrar en él vio a un cierto número de personas sentadas cada una ante una mesa, sobre la cual tenían un cartón y un montoncito de frijoles. Una de estas personas actuaba de animador, extraía bolitas numeradas de una bolsa y cantaba los números ante los presentes que de vez en cuando ponían un frijol sobre los cartones. Lowe observó que cada persona poseía, como menos, un cartón de lotería con números del 1 al 75 dispuestos en cinco columnas y, cuando completaban una línea, el jugador gritaba ¡beano! del inglés “bean” (frijol).
El vendedor de juguetes se llevó a Nueva York la idea del juego que ensayó con éxito entre familiares y amigos. En una ocasión un jugador se equivocó y en lugar de gritar “beano” gritó ¡¡bingo!! Palabra que acabó adoptada como nombre del juego. El vendedor siguió desarrollando la idea y terminó por encabezar cada una de las cinco líneas de números por una de las letras que componen la palabra bingo. Pero a lo que íbamos, con este juego Lowe amasó una cuantiosa fortuna y al final de la recesión americana era un hombre muy rico. Yo me pregunto, imagino que ustedes también, ¿Existe una forma más simple y sencilla de amasar un patrimonio cuantioso? El arriba firmante piensa que aparte de suerte hay que poseer una gran visión comercial y, sobre todo, una administración muy pulcra y no creerse a las primeras de cambio que todo el monte es orégano; como ocurre con muchos. En cualquier faceta de la vida puede ser fácil llegar a la cima, lo verdaderamente difícil es mantenerse en ella.
La verdadera riqueza en el individuo está en perseverar, en la constancia, trabajo, firmeza, empeño, tesón, etc. No creerse en el inicio del resurgimiento económico ser dueño del mundo, aún menos pavonear, presumir e incluso ridiculizar a los que no tienen y, menos, hacer alardes ostentosos de su poder económico. Hay también claros ejemplos en nuestra ciudad de este tipo de individuos.
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