lunes, 7 de diciembre de 2009

El Opus y El Código da Vinci.


El arriba firmante, entre otros libros, ha escogido el “Código da Vinci” de Dan Brown como lectura para el verano. Es una novela, y como tal hay que sacar las conclusiones precisas, narrada con un ritmo desenfrenado que seduce y entusiasma. Ahora bien en esta novela no sale muy bien parada la Iglesia, y menos aún, el Opus Dei. Uno de sus principales protagonistas, Silas, un corpulento monje, albino, que lleva normalmente un cilicio atado al muslo y hundido en la carne, busca por mandato de El Maestro, -en su caso el Obispo Aringarosa-, el Santo Grial.

Si consultamos el diccionario de la Lengua Española el Santo Grial es, más o menos, en las leyendas y libros de caballería, “copa o vaso místico utilizado por Cristo en la Última Cena, sirviendo así para la institución de la Eucaristía”. Aparte, entre otros muchos, fue tema de un famoso ciclo de poemas caballerescos. En estos poemas el concepto Grial varía considerablemente y su naturaleza apenas si se menciona. Lo cierto es que la leyenda del Grial está muy relacionada con las historias de Perceval y el Rey Arturo. La historia de Perceval puede tener un origen mítico o tener relación con un cuento, sobre un inocentón (Nicelot) que, en verdad, logra grandes cosas.

A través de los siglos se ha escrito muchísimo del Santo Grial y ha habido múltiples interpretaciones, glosas y razonamientos de todo tipo. La más aceptada puede ser la del cronista cisterciense Helinandus. Hace referencia a la visión de un ermitaño acerca del plato usado por Nuestro Señor en la Ultima Cena. Más tarde escribiría un libro en latín llamado “Gradale”. Ahora, y es a lo que voy, el Santo Grial es el centro de la trama de “El Código da Vinci” implicando en la misma al Opus Dei en una muy sucia historia en pos de descubrir el paradero de dicha reliquia; más que joya, vestigio, no dudando para dicho logro incluso asesinar; viéndose implicados de forma muy directa y activa el obispo y monje, antes citados.

No tengo nada en contra de “El Código da Vinci” como tal obra literaria; como tal historia novelada. Pero de ninguna de las maneras puedo aprobar se use orden religiosa alguna –en este caso el Opus Dei- para hacer llevar al lector una idea o una situación, creo que deformada, muy grave de lo que es la realidad de dicha Institución Religiosa. Para escribir una novela no hace falta, ni debe hacerse, usar nombres auténticos y crear situaciones que puedan menoscabar y deteriorar muy seriamente su trayectoria histórica. De la misma forma que se emplean nombres ficticios para situar a las personas en la trama novelada, puede hacerse con los nombres de entidades, colectivos, corporaciones, instituciones, etc. que intervienen. Ahora bien cuando por motivos que serían largos de explicar y, sobre todo razonar, se emplean nombres auténticos, la cosa encierra sin duda intereses soterrados y malintencionados que llevan por meta final dar desprestigio y descrédito.

Debo de aclarar que los escritores eclesiásticos, que yo sepa, nunca escribieron en torno a la leyenda del Santo Grial. La Iglesia ignoró siempre la leyenda al ser sus fuentes libros apócrifos, no canónicos. Además, la leyenda reclamaba para la iglesia Británica un origen casi tan ilustre como el de la Iglesia Romana.

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