Con la muerte de Antonio Gades desaparece uno de los más importantes exponentes del flamenco. Después de varios años luchando en un combate desigual contra un cáncer, es vencido, como él mismo decía, solo “a los puntos”. Fechas antes de su muerte estuvo en Cuba y le fue impuesta la Orden José Martí, la más alta condecoración que confiere el Estado cubano: “Recibo esta condecoración con el orgullo de compartirla con tantos miles de gente que día a día, anónimamente, defiende, a la Revolución cubana”
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Siempre ocurre, al menos al arriba firmante le sucede, que cuando nos abandona para siempre un personaje de características especiales, como puede ser el caso de Antonio Esteve Rodenas - que ese era su nombre verdadero - no tenemos más remedio que ahondar en lo más profundo de su ser, y su trayectoria artística y humana. Según Felipe Pérez Roque, canciller de la Isla, que le impuso la condecoración, fue un “irreductible comunista, revolucionario, que no perdió nunca la ilusión de un mundo mejor y no ha dejado de luchar por él” (¿.?).
No voy a poner en duda aquí los méritos, como comunista de pro, del ya desaparecido bailarín. Pero pongo en “cuarentena” los supuestos frutos alcanzados en ese “quehacer revolucionario”; yo diría más bien revoltoso e insurrecto. Conviene aclarar situaciones y conceptos. Veamos, según el diccionario de la Real Academia, “Comunismo” es la “Doctrina que propugna una organización social en que los bienes son de propiedad común”. Otra definición está en la “lucha de clases regidas por el materialismo histórico o dialéctico, que conducirá, tras la dictadura del proletariado, a una sociedad sin clases ni propiedad privada de los medios de producción”.
Estas teorías quedan trasnochadas y válidas solo para románticos de épocas no demasiado lejanas. Pero a pesar de ello el espíritu nostálgico y melancólico de muchos, incluido el propio Fidel Castro y también Antonio Gades –que no sé hasta qué punto practicó con el ejemplo- no han contribuido, entre otros muchos, al desarrollo económico de Cuba como ocurrió en algunas dictaduras comunistas; mas o menos lo que en la República Popular de China se ha venido en llamar “economía socialista de mercado”. Tanto es así que el propio Fidel Castro, después de ocho años sin visitar Vietnam, lo hizo recientemente y quedó deslumbrado del desarrollo económico y social de aquella república: “Sus calles llenas de luz y actividad. No se veía una bicicleta de pedales, todas eran de motor. Los autos inundaban las calles. Lujosos hoteles se erigían por doquier. Las fábricas se habían multiplicado. Sus dueños, extranjeros como regla y de rígidas normas capitalistas, pero en un país comunista que cobra impuestos, crea empleos, desarrolla la educación y la salud, (una) revolución humana por excelencia”.
El comandante Castro, su hermano Raúl, y otros muchos revolucionarios, donde incluyo como simpatizante del régimen castrista al propio Gades, podrían haber llevado a su Cuba querida por ese camino, que tiempo han tenido desde el año 1965, pero han tardado hasta 2003 (fecha de la declaración arriba entrecomillada) en darse cuenta el dictador de que su modelo no es, ni mucho menos, el que defendieron siempre, y en el caso de Gades, nunca, jamás ejerció ni practicó. Casi 40 años perdidos.
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