jueves, 26 de noviembre de 2009

Conócelos antes de juzgarlos.

Con el lema que da título a este artículo se ha desarrollado hace unos días en nuestra ciudad una campaña, que coincidiendo con el Día del Gitano Andaluz quiere combatir los prejuicios y obsesiones hacia estas personas; muchos de ellos amigos míos desde la más tierna infancia y juro que me siento muy orgulloso de serlo. Lo vuelvo a repetir una vez más, esto de la discriminación ejercida sobre esta raza, al menos aquí en Jerez, no es así. Pero sin lugar a dudas tenemos que transmitir, cada cual desde su parcela y con los medios a su alcance, que lo ocurrido aquí sea una realidad en el resto del mundo y, sobre todo, que sepamos traspasarlo y transferirlo.

La novela “La familia de Agamenón”, cuyo autor el escritor malagueño Carlos Verdier solaza y acerca a nuestros tiempos el mito griego a través de la historia de un clan gitano de Málaga “cegado por la sed de venganza”. Como bien se sabe Agamenón murió a manos de su mujer, quien a su vez fue asesinada por sus hijos. El autor de la “Familia de Agamenón” hace corresponder estos personajes con los componentes de una familia gitana –dicen con oscuros intereses en el narcotráfico- arrastrada desde hace tiempo a una cadena de crímenes y venganzas. Trata Verdier –quiero interpretar- y así lo exterioriza el escritor “el deseo de que la narración observara los componentes mágicos originales, algo que se puede encontrar muy bien en el mundo gitano”
El gitano ha sido siempre una minoría oprimida en la mayor parte de los países donde plantó sus pies. Se ha debatido mucho sobre sus orígenes aunque el arriba firmante, como consecuencia de una serie de circunstancias –que ahora sería interminable narrar- tiene muy claro que proceden del norte de la India (la filiación de la lengua romaní con el sánscrito así lo atestigua). En su largo caminar, una migración interminable a través de los siglos, se incorporan desde Asia a Europa atravesando Persia y el Imperio bizantino. Tradicionalmente ejercían oficios que aún hoy conservan: herreros, criados domésticos y músicos, entre otros muchos. La verdad es que no fueron asimilados por las exigencias que imponían las sociedades feudales, pero reducidos a la esclavitud, sobre todo, en la Europa del Este.

La mayor parte, aproximadamente unos seis millones, de los gitanos se encuentran en los Balcanes repartidos por Rumania, Hungría, Bulgaria, la ex Yugoslavia, Eslovaquia, Turquía, etc. En Francia habitan entre 200 y 300 mil y en España aproximadamente 500 mil. Los gitanos siguen siendo todavía una minoría muy oprimida, aunque ya menos. En Suiza la práctica que obligaba a los gitanos a abandonar a sus hijos a familias de adopción fue abolida muy recientemente, en el año 1973. Suecia y Noruega han reconocido, igualmente, haber practicado la esterilización forzada de mujeres durante decenios.
La discriminación que han sufrido los gitanos, sobre todo en las áreas de influencia soviética, ha sido brutal. Fueron expulsados de la República Checa, en el momento de la fragmentación de Checoslovaquia, bajo el pretexto de que todos los gitanos que vivían en su territorio eran eslovacos, por lo que fueron expulsados. En Hungría no tuvieron derecho a nada cuando una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial se hizo el reparto de las tierras de los grandes terratenientes.
En Junio de 2001 tras años de persecución respondieron; arribaron a Estrasburgo y demandaron asilo político en Francia. Hungría fue condenada por el Tribunal europeo de derechos humanos, representando un gesto sin precedentes y una esperanza para los gitanos húngaros y europeos. Así sea.

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