domingo, 29 de noviembre de 2009

Más "puñalás" da la diabetes.


La diabetes recibe, entiendo que según su gravedad o grado de “rebeldía”, una denominación distinta. Pero al transcurrir del tiempo si esta no se cuida, si el que la padece sigue comiendo y bebiendo todo lo que le viene en ganas se convierte en ese diabético insulinodependiente con una glucosa en sus venas totalmente incorregible. No soy médico, ustedes lo saben, entonces espero sepan perdonar mi vulgaridad en el empleo de los conceptos y términos, incluso básicos. Mi intención es concienciar a quienes la padezcan y, también, sensibilizarme yo mismo de sus perjuicios a largo plazo.
Es una enfermedad que no presenta en sus comienzos signos externos; no produce dolor, inflamación, ni alteraciones, y algunas personas que la padecen se enteran cuando precisamente aparecen las primeras fisuras que dicha enfermedad provoca. No hace mucho tuve la ocasión de ver a un viejo amigo, nuestra amistad viene desde la infancia, estuvimos compartiendo con nuestras mujeres el desayuno previo a la misa dominical en la Parroquia de Santa Ana. Ya digo, me dio una gran alegría poder verlo, él, en cambio, no pudo verme por más que lo quisiera. Esta diabetes maldita lo ha dejado ciego totalmente y ha perdido en una operación quirúrgica parte de uno de sus pies con el fin de sanar la zona atrofiada por la glucosa.

.El arriba firmante se enteró que también la padecía en un control médico de empresa, hace ya aproximadamente quince años. Lo tomé en serio los primeros meses, después se fue olvidando, y aquí empezó mi gran error. Actualmente padezco retinopatía diabética que pudo ser el inicio de la ceguera de mis buenos amigos Manolo Rodríguez y, tal vez, la de ese otro, Antonio Vega. Mientras que la retina está fuerte y aún no se encuentra muy afectada por el mal, el láser puede ir restañando las pequeñas hemorragias que se producen en el fondo del ojo. Estoy en esa fase previa donde uno empieza a tomarse las cosas en serio y donde uno tiene que coger de una puñetera vez el camino bueno de la dieta recomendada y abstenerse de dar al páncreas excesivos azucares.

Es verdad que nadie escarmienta por cabeza ajena. Esto que hoy viven dos bueno amigos lo sufrimos en casa en nuestras propias carnes, mi madre padeció esta enfermedad y sus fatales consecuencias. Aún no entiendo como ella que tenía “azúcar” de sobra en su cuerpo se le podía apetecer comer un dulce; lo hacia a hurtadillas y a escondidas, Si era sorprendida con el bocado en la boca decía que un “día es un día” y saldaba su atrevimiento. El remedio estuvo en que a nuestra casa nunca más fuera un pastel para no facilitarle el trance de la tentación. Cuánto me acuerdo de ella, ahora la comprendo más que nunca, ahora que me privo de mi “Tito Pepe” o el jota be, los frutos secos, el pan nuestro de cada día y hasta del tocinito de cielo.
Lo que más me jode es que uno, nacido en la posguerra civil, época de escasez, de hambre, que tuvimos que llevar entre todos a esta España hasta el lugar que hoy ocupa a base de privaciones y esfuerzos. Hoy, época de abundancia, donde los mayores disfrutamos de mejor poder adquisitivo que antaño, tengamos que renunciar a sus bondades gastronómicas. No hablemos de curación de la diabetes, como dice un proverbio chino “la medicina sólo puede curar las enfermedades curables”. La diabetes hoy por hoy no lo es.

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