Observo que el ciudadano -la gente en general- pasa totalmente de la política, está desinteresada de forma plena con el meollo de la cuestión. Yo me atrevería a decir que incluso los propios políticos, sobre todo aquellos que no gobiernan –me refiero a la oposición- están ahí más para hacerle la “pascua” al que sí lo hace, que cualquier otra cosa más acorde con sus funciones. Está bien que los partidos en la oposición, por ejemplo, critiquen y pidan explicaciones a quién gobierna, sobre el vertido del “Prestige”, el envío de tropas a la guerra de Irak o lo que hay detrás del caso de los tránsfugas en la Comunidad de Madrid, a fin de subsanar –como se ponía al final de las facturas comerciales antiguamente- salvo error u omisión. Ahora bien, de ahí a estar como una mosca cojonera de vendimia dale que te pego todo el año, y siguientes, no es de recibo, máxime cuando todos estos temas son airados más con fines electoralistas que con el sano propósito de aconsejar la corrección de posibles yerros y errores.
No sé si a los políticos que recibe este tipo de “castigo” le afecta demasiado este injusto proceder. Supongo que ya estarán acostumbrados, aunque no dejo de entender que para aguantar este tipo de “chaparrón” hay que ser de una sustancia muy resistente a los “ácidos corrosivos” que se vierten. No todo el mundo está preparado para oír justificaciones basados en argumentos cargados de mentiras e inexactitudes. Pero tanto es así que no se sonrojan, no se inmutan y hasta llegan al atril con un discurso que, a veces, en bastantes ocasiones, ha sido suficiente para ruborizar al más grosero de los arrieros. Aunque ya en nuestros tiempos este gremio laboral no exista y muchos tampoco sepan hoy que labor desempeñaban, les aclararé que la principal era la de arrear las bestias de carga –con exclamaciones un tanto soeces y ordinarias- principalmente a mulas.
Está claro que todo esto repercute en el ánimo político del ciudadano, hasta el punto de mandar que le den por la baticola a todo cuánto huela a política barriobajera; que hoy por hoy es casi toda, salvo muy honrosas excepciones. En el ámbito local esta excepción puede estar en Maria José García Pelayo, aquella niña pija –que yo creía lo era- (lo que son las cosas) pero que ha venido a demostrar que el trabajo y las ganas de solucionar problemas no le rinden. Lo que es menester que esos temas escabrosos que nacen de los intereses económicos de la S.A-D. Xerez –sobre todo de su presidente Gil Silgado- y por otro lado el tema de La Guareña, no terminen fundiendo su enorme paciencia, sobre todo, su gran tolerancia. Al Cesar lo que es del Cesar y al arriba firmante cuando llega el momento no le duelen prendas. Bien es verdad que más de uno, y de dos, están al “pesqui” que surja lo más mínimo en el “matrimonio” político Pelayo-Pacheco para opositar –nunca mejor dicho- a que Jerez sea una ciudad ingobernable.
En definitiva, me permito aconsejar –si es que me lo permiten- que los políticos deben de tomarse más en serio los temas relacionados con el gobierno y administración de los intereses de todo tipo que afecten al ciudadano. No creo que la oposición –a cualquier nivel de gobierno- esté ahí solo y exclusivamente para echar por tierra cualquier iniciativa del que está en el poder, ni al revés, no todo lo que hace el que manda es irrebatible e incuestionable.
NOTA ACLARATORIA.
Este artículo de Opinión fue publicado en “Información Jerez” en Octubre de 2003. No les ha de extrañar pues algunos conceptos de su contenido con la situación política actual.
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