jueves, 14 de enero de 2010

Cómo alejar al terrorismo.

Publ. en "Información Jerez" en Marzo de 2004.

Reflexiono en todo cuanto aconteció recientemente en Madrid y no puedo suprimir la desazón que mi corazón siente. Las doscientas personas fallecidas son otras tantas voces que claman justicia y castigo. Pero no quisiera dejarme llevar por las percepciones de un ser primitivo, bien es verdad que lo intento y cuando observo que no lo consigo suprimo el salvajismo impreso. Vuelve a mi mente la tragedia de Atocha y entro en una dinámica confusa que me impide totalmente razonar de una forma adecuada; son muchas incógnitas, incomprensiones las que taponan los cauces de toda lógica.

Es claro que cuando los muertos son nuestros nos duelen siete veces más. Nada falta en los funerales de los pobres, de la gente trabajadora, sobre todo cuando estos mueren de una forma trágica. Entonces las honras fúnebres no hacen distingos con aquellos de más alta condición social y económica; todos somos semejantes en la muerte. Lástima que esto no lo entendamos así siempre, solo cuando nos interesa hacerlo o bien cuando ésta se produce en un entorno cercano. Quisiera tener, y voy a conseguirlo, un recuerdo perenne y perdurable hacia todas las víctimas del terrorismo, tanto de aquellos caídos en nuestro territorio como allende nuestras fronteras.

Afectaron nuestro ánimo todos los militares o civiles españoles que han muerto en la guerra de Irak. Pero no seamos hipócritas, los iraquíes muertos en dicha guerra y anterior a la misma –bajo el yugo de Sadam- son igualmente hijos de Dios. Sus familiares, allegados y vecinos, por dicha causa, deben de odiarnos, aborrecernos y somos –no lo dudéis- seres repugnantes ante sus ojos. Basta recordar, por más reciente, la aún no finalizada guerra de Irak, no solo sus muertos, sino la destrucción de sus casas, y gran parte de su riquísimo patrimonio histórico artístico. Toda una barbarie.

Ahora, dado el vuelco que en representación política ha dado nuestro país, no dudo un momento que se retirarán –como era el deseo unánime- nuestras tropas de Irak y por supuesto tendremos que contribuir de forma adecuada a la reconstrucción del país, que de forma tan subrepticia hemos destruido y demolido. Hemos sido cómplices. Pero sin tropas, solo con técnicos civiles y sin ningún otro interés económico soterrado. Existen otras muchas promesas electorales en torno al tema que habrá que consumar. Cosa, de verdad, que no dudo, no por afinidad política sino por creer a pie juntillas en la democracia.

Gran lección democrática la recibida por el Partido Popular que tan solo en tres días perdió abrumadoramente estas elecciones generales. Espero que los socialistas, de una reflexión serena y calmosa, saquen las líneas maestras para combatir el terrorismo, que creo no es otra que aquella de no infligir y ocasionar, sobre todo si se trata de pueblos oprimidos, lo que no quisiera nunca que a nosotros nos ocurriera. Desde ese momento empezaríamos a ganar la batalla contra el terror; cuando menos el dimanante de los países islámicos. El de ETA necesitaría, por razones obvias, otro tipo de análisis y que ahora no vienen al caso.

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