Publ. en "Información Jerez" en Enero de 2004.
No todas las personas que pisamos este mundo llegan a él medidas con el mismo rigor de rasero. Tampoco sé a ciencia cierta quién es el encargado de aplicar la vara de comparar, y caso que esta exista, de qué forma la usa. Lo cierto y seguro es que no hay una distribución justa de todas las circunstancias que originan riqueza, salud, bienestar, y aquellas otras que solo ofrecen enfermedad, infortunio, pesar y desdicha; pobreza en definitiva.
Es verdad que ya hoy, sobre todo en los países desarrollados y demócratas, tratan en lo posible de paliar estas diferencias sociales, aunque no se consigue del todo. También es cierto que el dinero busca al dinero y el que tiene mucho aún quiere tener más y aquel que presumía de ser de izquierdas y demandaba una distribución equitativa de los bienes de consumo, después de haber alcanzado un pellizco bueno en el “gordo” de la Lotería de Navidad confiesa que no repartirá un euro ni con su padre. Dicen, mostrando el dedo corazón erecto de la mano izquierda izado al cielo, que por aquí se va a Madrid. ¡Jódete!
Conocí a una mujer que maldecía con frecuencia la época que le tocó vivir, desdeluego era para algo más que maldecir; nació poco antes de estallar la contienda civil española; aquella de los purgantes de ricino, del piojillo verde y el racionamiento.. Sus sentimientos, con el transcurrir del tiempo, encallecieron. En invierno sus manos, pies y orejas se inflamaban por los sabañones, no volvían a normalizarse hasta llegada la primavera, en cambio su estomago, vacío siempre y arrugado seguía sin conocer la plenitud y el goce indescriptible del buen yantar; un ayuno que resultaba eterno forzado por las circunstancias.
Pepa –que así se llama nuestra protagonista- (aún vive, sobrevive más bien) sabe mucho de aquellas colas para el abastecimiento en general; carbón; petróleo, alimentos... Era una vida casposa, atestada de todo lo malo: hambre, frío, enfermedad, amargura, desconsuelo, tristeza; muertes fantasmales, persecución, opresión; todo aquello dimanante de la dictadura y autocracia. Ella, me refiero a Pepa, como otras tantas personas “distinguidas” por razón de sexo, creencias –políticas y religiosas- solo tenían derecho a ahogar su maltrecha vida en un trago de vino tras una andana de toneles. Pero no en el templo catedral de una gran bodega sino en el tabernario de los desfavorecidos; una tabanco inmundo donde el aserrín extendido por el suelo cubría las expectoraciones ensangrentadas, incipientes, de un casi seguro tuberculoso.
Hoy debe tener más de ochenta años, su posición social ha mejorado mucho. Es socialista, vamos, que tiene simpatía con dicha formación política; no podía ser de otra forma (ustedes qué creen). En su juventud y madurez se dedicó a la prostitución de palangana con “carné de artista” (¿). De esta forma sacó adelante un buen puñados de hijos; tampoco podía ser de otra forma, hechos sin amor pero, eso sí, ya con el estomago lleno, aunque los hipócritas fingidores y culturatas de mierda traten de instruir a su costa en pro de otra vida más profesa y devota. Las muchas putas de hoy, llegan de los países oprimidos, engañadas, atrapadas en su pobreza, esclavizadas por las mafias. La historia se repite casi de la misma manera y por los mismos motivos. ¡Qué pena!
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