Publicado en "Información Jerez" en Dicieembre de 2002
No me agrada que los políticos se peleen entre sí, parece como si no tuvieran otra cosa que hacer, cuando en verdad su misión -aquellos que fueron elegidos para gobernar- no es otra que trabajarr en ello, y hacer oposición aquellos otros que quedaron en puertas. No entiendo tampoco que el hecho de estar en la oposición conlleve el desacuerdo en todo con aquellos que mandan. Hay que ver de qué forma se lleva todo el santo día Rodríguez Zapatero zamarreando a Aznar. Yo creo, lo juro, que de tanta caña nadie se cree ya ni la cuarta parte de todo lo que dice y hace. Bajo mi punto de vista se está quemando bastante más, mucho más, que cualquier componente del Gobierno; incluyendo el propio Aznar, que como ya se sabe desde que inició este mandato ya dijo que no volvería a presentarse a reelección.
A todo esto y a estas alturas todavía no se sabe quién será el pretendiente a la sucesión de José María Aznar. Para unos lo será Rodrigo Rato, para otros Mayor Oreja y para la gran mayoría Mariano Rajoy; o sea, que la fogata no echa humo ninguno, lo que quiere decir que nadie ha alimentado la más mínima energía a los leños de la misma. Esa ventaja tienen, no lo duden, mientras que el socialista se chamusca constantemente animado por unas encuestas que dicen está cerca a no sé cuantos puntos de los populares. Me da la impresión que Rodríguez Zapatero, de tanto como casca, machacó –sálvese las partes de Rajoy- y éste ha lanzado el guante de verse la cara con él en el Parlamento, lugar dónde explicará todo cuanto se ha hecho para controlar los vertidos del “Prestige”. La reacción no se ha dejado esperar y empiezan a producirse los reculeos, han recogido el guante lanzado e irán a parlamentar, pero no para debatir sobre las declaraciones realizadas a los medios, sino más bien para buscar conjuntamente soluciones. A buenas horas mangas verdes. La nave política, sobre todo a babor, rectifica el rumbo de sus declaraciones electoralistas.
Se hacen muchas quinielas sobre quién será el elegido para optar, por el Partido Popular, a la Presidencia del Gobierno de la Nación. Si digo verdad, como muchos, incluso del propio partido, no tengo ni pajolera idea de quién será. Lo que sí sé es que cuando llegue el que sea llegará en un estado de “virginidad” absoluta, sin mancha de “pecado original”, totalmente limpio y aseado de falta alguna. En ese momento será cuando inicie su carrera en pos de la presidencia del país. Cuando llegue ese momento Zapatero en un estado casi de ignición, quedará tan solo el rescoldo de un excelente sucesor a un felipismo que, según algunos, está caduco y trasnochado. Para colmo de colmo quieren echar fuera de la cárcel a Luís Roldán, para desgracia de muchos un socialista que nunca mereció dicha denominación, pero que aireará y recordará la triste decadencia de una época cuyos balbuceos, nadie quiere recordar; ni ellos mismos.
Aún con el apoyo, divino sostén de los votos andaluces y extremeños, los socialistas no lograrán gobernar a la Nación. Quiere decir ello que será, aunque nuevamente se consiga el banco de la Oposición, un rotundo fracaso. Pero no solo para el partido del puño y la flor, sino para un Rodríguez Zapatero que verá como cuatro años más allá estará imposibilitado, maniatado y, quién sabe si manipulado, para dejar el camino expedito a otros que, más veteranos y experimentados, llegarán pletóricos y henchidos buscando aquel poderío perdido. Rodríguez Zapatero habrá sido un hombre perfecto para obrar el milagro de la transición dentro de su partido, el puente de unión entre la época feliz y, no menos sobresaliente, de un felipismo “reinante” y otra que, aunque hoy sea incógnita a despejar, sugiere renacimiento esplendoroso.
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