viernes, 15 de enero de 2010

Una traición de ocho Siglos.


En el transcurrir del tiempo España (más bien la península Ibérica) ha padecido múltiples invasiones que, ciertamente, trajo consigo enriquecimiento de todo tipo; sobre todo cultural, aunque bien es verdad que en el momento estático de estas irrupciones, me imagino, contribuyeron más bien a desasosiego, ansiedad y preocupación. Ocurrió que en el siglo VIII la España visigoda fue invadida con arrolladora fuerza por los musulmanes. En escasos meses dominaron prácticamente la totalidad de la península. Ahora bien, la presencia de miles de monoteístas islámicos no fue debidamente considerada por un pueblo de politeístas cristianos, adoradores de la trilogía de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. La invasión marcó profundamente el perfil de los hombres que conformaron, y hoy siguen –en cierta forma - conformando, los pueblos de España.

Puede sorprender, sobre todo a los que aman la historia, puesto que puede ser punto de partida de permanentes ejemplos para las generaciones venideras, que dicha invasión fue producto de una traición llevada a cabo por hombres sin escrúpulos que permitieron, bajo el pretexto de colaboración en una disputa dinástica interna, ocupar con asombrosa rapidez toda la geografía de la península ibérica. Esta traición costó ocho siglos de ocupación. Aquello fue una mariconada por nuestra parte y una putada por la del invasor. Más o menos igual que hace 300 años con lo de Gibraltar; que sigue siendo otra mariconada por aquí y una chulería por allá. A propósito: la fruta sigue sin madurar. Y lo que te rondaré morena. Hay que ver como nos tenían comido el coco los ingleses al respecto muy poco antes de enviar nuestras tropas a Irak, y como nos consumen la sesera tras nuestra retirada de aquellos lugares. ¡Mierda!

Desde hace muchísimos siglos el Estrecho en el Mediterráneo ha sido la llave del Continente Europeo. Los ingleses la poseen ya desde hace trescientos años y aunque las formas y los modos de hacer o prevenir las guerras han cambiado sustancialmente, ellos, por si acaso, festejaran el tricentenario de la colonia unidos a los americanos, que enviarán (o habrán enviado cuando vea la luz estas líneas) una flotilla de la Navy a tal menester. Prefieren esta ensambladura con los americanos que no aquella otra de conformación de una Unión Europea con todos los pueblos que geográficamente la conforman. De vez en cuando nos envían al Peñón alguien de la realeza inglesa o algún político con el propósito de darnos mucho por allí. Nosotros nos cabreamos –quién se cabree- y a joderse tocan. Como dijo Trillo, manda ”güevos”. O como ha dicho Bono: a jurar la Carta Magna, por si acaso.

En fin, las ocupaciones traen consigo que se hacen eternas. La ausencia de una inicial resistencia hispana a esta invasión desde África se vio sustentada por una falta de autoridad central que agrupara esfuerzos de los pueblos peninsulares y las medidas de liberalidad para con los ocupados, fueron los principales motivos de una invasión sin resistencia. El tema de Gibraltar tendría tan solo un tipo de solución que no quiero contemplar por antidemocrático y bárbaro. No merece la pena. Ellos, los ingleses lo saben, y seguirán, como asnos meándose y cagándose encima de todo aquel que sugiera que Gibraltar es español. Mira qué gracia.

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