Publ. en "Información Jerez" con fecha Octubre de 2003.
Llegada cierta edad van desprendiéndose trozos de tu propia vida, sin que estos fragmentos sean, necesariamente, sangre de tu propia sangre; basta que hayan anidado en tu corazón un tiempo. Podrías enumerar a gran número de amigos que se fueron, y lo hicieron, algunos, en silencio, casi a hurtadillas para no volver nunca más. Pero no crean ellos que la cosa va a quedar así, ya nos veremos cuando yo emprenda el mismo camino y ya les ajustaré, pero que bien ajustadas, las cuentas. Uno de ellos: Jerónimo, mi buen Momo Martínez Beas, porque era bueno hasta dejarlo de sobra, siempre dispuesto a ayudar, en lo que fuera, cada vez que se le requería. Siempre jovial, bromista, sincero, bonachón y desenvuelto. Aún viva su imagen, y el timbre de su voz, y su humor que, como dijera William Makepeace, era “una de las mejores prendas que él siempre vistió en sociedad”. Su recuerdo, aparte por ser reciente, jamás olvidaré.
Un trocito aquí, otro allá, el caso es que van dejándose en ese camino, que el poeta hizo al andar, pedazos de nuestro corazón, Son tantos ya que a veces me siento huérfano del mundo, no vamos dando importancia a esta realidad –lo entendemos como ley de vida- hasta que un día uno mira a su alrededor y la soledad te emborracha de amargura. El círculo, que un día fuera compacto, le falta excesivos eslabones. No volverán más aquellas mis entrevistas en el antiguo “Domecq” con Jerónimo, a la sazón presidente del club xerecista, tampoco en su despacho de “Merca 80” en pos de un patrocinio para el boletín de “Solidaridad” (Federación de Vecinos); que siempre conseguimos.
En fin, creo que Jerónimo no sufrió, su muerte aunque trágica e inesperada, fue la que siempre merecen las gentes de buen corazón. Sin sufrimientos ni enfermedad que lo fuera minando. Un amigo es siempre una certera respuesta que tenemos en la prosperidad y en la adversidad. Siempre están presentes allí, tanto en un caso como en el otro.
Recuerdo, también, con verdadero cariño y afecto a mi buen amigo Eduardo Rinconada, bueno y bondadoso como el que más, sencillo, humilde y campechano. Mis recuerdos se remontan cuando de la mano de su padre –Angel Rinconada- acudía a los ensayos que el cuadro artístico de la Juventud de la Medalla Milagrosa, después de la Misa dominical, hacia en el Asilo de San José; grupo de actores que dirigía Juan Carretero y Luis Ferrer. Este último ya desaparecido también. No está Eduardo Rinconada –el compadre, en la ficción, de Esteban Viaña en “Fútbol Amateur”. Ni tampoco mi buen amigo Juan Pedro Betanzos, ni Juan Antonio Navarro, ni... En definitiva que todos ellos estarán ya formando un nuevo círculo de amistades allá arriba, donde con toda seguridad perdurará por toda una eternidad.
No soy muy dado a escribir en torno a este tipo de circunstancias. Me da mucha pena hacerlo porque viene a ratificar lo que en verdad aún no me puedo creer. Considero, por ello, los momentos que tienen que estar atravesando sus seres queridos y más cercanos.
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