miércoles, 13 de enero de 2010

Mesura en la Comunicación.


Publ. "Información Jerez" Noviembre de 2004.


Hay bocaza y parlanchín. El primero, aparte de hablar por los codos, es un irresponsable que comenta lo que no debe a pesar de habérsele encomendado discreción. El parlanchín habla mucho y en ocasiones también dice lo que no debiera. Pero no se le encomendó la prudencia, por tanto no rompe con la advertencia de sensatez y cordura porque no existió. Su comportamiento depende del grado de mesura y tino que tenga haciendo público o no aquello que conoce.

Paradójicamente no todo lo que se habla debiera silenciarse ni tampoco todos los silencios son útiles para una comunicación efectiva, aunque en ocasiones –siempre se ha dicho- la “cara es el espejo del alma” y el semblante “habla” muchas veces más que las palabras y comunica muy claro cualquier disgusto, desazón o sentimiento que es conveniente callar; la mayoría de las veces por educación.

He de reconocer que en ocasiones me siento traicionado con los cuidados y precauciones que debiera adoptar ante circunstancias muy especiales, pudiendo más el acelero que provoca en mí las injusticias y las mentiras, que los mutismos y las reglas de la sociedad imponen. La mayoría de las veces no soporto esta imposición y me revelo contra ella de una forma descarada. No es justo, por ejemplo, que el político por el mero hecho de estar en la oposición nunca vea con buenos ojos lo que hace el que gobierna, esto es abusivo aparte de torcido. Es una norma que forma parte del ciclo natural político, dándose la circunstancia frecuente que lo que hoy es blanco mañana es negro; dependiendo solo de donde esté sentado el chismoso.

En cambio los silencios que son aquellas expresiones que pueden llevar a una reflexión, razonar o digerir determinada situación, ni se respeta, ni se usa para la solución de un problema. El político siempre está hablando, es el parlanchín profesional que, en ocasiones, alcanza la categoría de bocaza. Por esta causa aquellos que menos hablan son los que disfrutan de una mayor credibilidad por parte del gran público, son los que se equivocan menos y los que consiguen después dar cumplida cuenta de todas las promesas.

Existen expresiones no verbales, o sea, que no son realizadas con palabras sino con gestos. También aquí hay que hacer una reflexión en el sentido que la excepción de la regla la tienen los políticos. En este tipo de comunicación no verbal habrá que tener en cuenta la expresión de la cara, la falta de atención, deseo de agradar y otras aptitudes referente al nerviosismo o confianza que presente a la hora de hacer ver su protocolo de exposiciones. Un observador, como cree tenerse el arriba firmante, ha de confesar que los políticos son aquellos que mejor disimulan su estado de ánimo ante la mentira. Lo hacen de una forma descarada e incluso, como los mejores actores, la escenifican, gesticulan e interpretan con toda naturalidad. La cara, la nariz, la boca, las piernas, las manos, la sudoración, en fin todo aquello que puede, en un momento determinado, delatarles ante la mentira, farsa, falacia o engaño de una forma impune no dejan advertir la verdad de lo que está ocurriendo.
Cuando no se tienen las cosas claras, cuando se adueña de uno las dudas lo mejor es callar, entregarse a la reflexión que es sin duda una forma, si se quiere muy sutil, de comunicación. La dificultad está en saber identificarlos y reconocer sus significados. Por eso, cuando alguna vez calle, por favor sepan interpretarme.

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