jueves, 7 de enero de 2010

La buena conciencia.

Publ. en "Informacvión Jerez" en Febrero ded 2005

Últimamente se habla y escribe mucho sobre laicismo. No cabe la menor duda que al existir libertad religiosa por un lado y normas implícitas al respecto, por otro, como consecuencia de esta apertura a las creencias de cada cual, hace que se comente y debata, bastante más que hace unos años, sobre laicismo. Hasta hace poco era impensable que pudieran existir escuelas de enseñanza que prescindiera de la instrucción religiosa. Otra cosa, pero de tipo gramatical -que no debemos de confundir- es laísmo, que se refiere al mal uso de las formas “la” y “las” en determinados casos conjugando verbos.

Ahora parece ser que se trata de incluir en nuestro idioma el término “laicidad”; parece más descafeinado y he de suponer que pretende soltar connotaciones antirreligiosas y anticlericales que “laicismo” puede contener. Esto llevaría consigo a mostrar una no muy clara neutralidad del Estado que no propugna de forma abierta y clara una precisa separación de las iglesias y, que puede conducir a una especie de pluriconfesionalidad manifiesta.

Repaso la historia y observo que en Francia a principios del siglo XX se logró separar las iglesias y el Estado. El laicismo tuvo necesidad de despojarse de connotaciones y posicionamientos obligados en una lucha que duró prácticamente todo el siglo XIX. Llego a la conclusión que el laicismo no es sinónimo de anticlericalismo, y mucho menos antirreligiosidad, más bien se opone de forma frontal al enquistamiento de la religión en el cuerpo de la política y a la invasión y dominación de lo público que solo pertenece al ciudadano exclusivamente. En el momento que se pretende dominar el aparato del Estado, o permanecer en él, empieza a existir clericalismo, el laicismo es por dicha causa anticlerical, de la misma forma que la democracia es antifascista donde cualquier grupo pretenda imponer un estado totalitario.

Desde hace aproximadamente cuatro años, ya digo, observo que se acepta y postula con el vocablo laicidad en sustitución de laicismo. Al arriba firmante le trae sin cuidado el nombre que quieran ponerle a la criatura -bien es verdad que algo debe de molestar para cultivar el cambio- lo importante de verdad son los principios que se defienden y no el nombre que se le quiera dar. Hay definiciones y opiniones para todos los gustos, hay quien opina que “laicismo” en nuestros diccionarios “entraña una tergiversación conciente y malévola promovida por las Iglesias”; otros dicen que laicismo es “la doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad de toda influencia eclesiástica o religiosa”

Me parece que todo, o casi todo, es cuestión de conciencia y allá cada cual con ella. Muy expresivo en este sentido es Salvador de Madariaga que dijo: “La conciencia no nos impide cometer pecados, pero desgraciadamente sí disfrutar de ellos”. También Simona Weik sentenció de forma muy acertada cuando dejó caer la frase: “Para que tu mano derecha ignore lo que hace la izquierda, habrá que esconderla de la conciencia”. Claro que sí.

No hay comentarios: