Publ. en "Información Jerez" con fecha Marzo ded 2005
Existen muchas clases de amor; a los hijos, padres, artes, ciencias, el cine etc. Los sentimientos afloran al ser humano más o menos de una forma natural, el espíritu necesita ser sustentado, pero ocurre casi sin darnos cuenta, de la forma más natural del mundo. Ahora bien, existe un sentimiento muy especial, es aquel que -según debemos creer- hizo su aparición por primera vez en el llamado Paraíso Terrenal fastidiando de forma sobrenatural a la especie humana, o sea al hombre y a la mujer, al comer la fruta prohibida. Aquel amor fue de una vulgaridad rampante y motivó el castigo al resto de los mortales, sin comerlo ni beberlo, (además de forma desigual) a ganar el pan con el sudor de la frente. Es un decir.
Por tanto, creo no equivocarme, el amor es de lo más ramplón, o vulgar, (me da igual cómo denominarlo) que existe en el mundo. Aclaro. Quiero decir el amor, en el momento que forma parte del mismo el sexo, entonces se llena de vulgaridades. El pene y la vagína, por ejemplo, dejan de denominarse así para acceder a otras menos sencillas pero más campechanas, más del pueblo: polla y coño. Bueno, pues esta palabra, o sea pene, significa en latín “rabo”. Por otro lado la palabra ”vaina” (vagína) en la mujer, en lugar de coño, según parece ser viene de una comedia romana y quiere decir según nuestro Diccionario de la Real Academia, aunque dentro de un contexto figurado, persona despreciable, idiota. Hay muchos vainas por ahí sueltos, es verdad.
La literatura, si se quiere, es superficial, finge constantemente, simula sentimientos y hasta escenas tremendas y locas de amor. Una narración de amor en el momento que interviene el sexo empieza a ser vulgar, se convierte si nos descuidamos en un relato pornográfico. Hay que ir muy lejos para comprobar que, aparte nuestros primeros padres, Homero que recitó las dos grandes epopeyas de la antigüedad griega viene a expresar, en el primero de ellos, emoción ante la ira, deseos de venganza y también piedad. El otro poema relata el deseo de un héroe extraviado que no puede llegar al hogar y a su esposa porque en el largo y tortuoso caminar otras mujeres le ofrecen distintas formas de amor y hasta le cantan canciones eróticas.
Es de una claridad manifiesta que el empleo de vocablos como los indicados más arriba” son de una vulgaridad muy ostensible. Bueno, y qué. Nada que sea vulgar puede ser divino pero todo lo humano es vulgar por calzones. Al arriba firmante de verdad que le importa poco que le tilden de vulgar; no saben lo que dicen. Para mí, aunque no lo crean, después de otros muchos autores literatos que admiro el que mas me fascina es Arturo Pérez Reverte, por la “vulgaridad” en el uso del lenguaje, nunca lo ensucia con palabras hueras e insustanciales. Es de una clarividencia asombrosa, increíble.
El amor irrumpe en el sexo, lo hace tras una alocada sucesión de vulgaridades donde está permitido todo tras haber perdido la noción de lo que esta sociedad ha venido en llamar correcto. Es el momento al que llegan los quebradizos mortales, incluso el propio universo con los ojos predefinidos desde su nacimiento por una sola obsesión transgresora. Por tanto, hemos de entonar un viva la vulgaridad y los plenos goces que proporciona la vida y que la literatura finge con descaro.
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