martes, 12 de enero de 2010

El esfuerzo de la inteligencia.


Publ. en "Información Jerez" en Diciembre dee 2003


He observado que la mendicidad en tiempos remotos era consecuencia de una pobreza que a lo mejor su origen pudiera estar, solo y exclusivamente, en la falta de trabajo y, en el peor de los casos, a que el sujeto pasivo –nunca mejor dicho- no le agradaba demasiado trabajar. Vamos, que veían más fácil limosnear que sudar la frente y ganar el pan de cada día; cosa que jamás he logrado entender. Opino que es más laborioso y difícil lo primero, por las incomodidades que conlleva, que una vida ordenada basándose en trabajo y al calor del hogar.

La mendicidad en los tiempos actuales no podía ser menos y se actualiza; siempre se dijo que había que renovarse o morir. Los mendigos de hoy lo son pero de distinto formato, aunque el objetivo principal sigue siendo el mismo, siguen pidiendo limosnas y lo hacen de muy distintas formas, cada cual aplica una “estrategia de mercado” y para eso se requiere una cierta preparación, que unas veces desvela una buena base educativa y otras de tipo cultural. Los hay, incluso, que tienen un gran amor por los animales, lo que viene a demostrar que algo en sus adentros bulle de forma inmensa e intensa. Puede que dentro de sus corazones palpiten muy buenas sensaciones, cuidan a sus perros mucho mejor que a ellos mismos, siempre los tienen a su lado, incluso muy bien arropados aislándolos del frío y de la humedad de la acera donde limosnean. A lo mejor, quien sabe, necesitan la compañía y fidelidad que nadie mejor que un perro puede ofrecer de forma totalmente desinteresada.

Los hay rumanos, magrebíes, polacos, también españoles. Forman la diáspora por las guerras, la intolerancia, la opresión, la falta de libertades. Esta desbandada hacia países más ricos nada tiene que ver con la de Madrid, me refiero a la de la berza anual, la que organizan jerezanos en el “exilio” de buena voluntad y mejores dividendos económicos: directores, periodistas, escritores, artistas, economistas, poetas y... oportunistas, que también los hay.

Hoy día la mendicidad la provoca las drogas y el alcohol, que es otro estupefaciente por más que le quiten las histaminas. A largo plazo hacen de las personas mendigos, relojes sin cuerda, oxido, aspirantes a holgazanes, poseedores de un tiempo que se les escapa de las manos; son, en definitiva, pasionarios de la pereza. Pero a pesar de todo, el holgazán mendigo actual, salvo “deshonrosas” excepciones, entrega algo a cambio del limosneo, está dispuesto a honrar dentro de lo que cabe, su vergonzante postulado. Para ello se inventa mil triquiñuelas que lo dignifican un tanto.

En un céntrico centro comercial hay uno de estos jóvenes que al verte llegar te abre las puertas, te recoge el paraguas –incluso la gorra- y lo custodia en un ropero muy personal. Si le dejas las llaves del coche mientras haces la compra lo mueve caso de estar mal aparcado. El primer día creí haber llegado a un hotel de cinco estrellas, creí estar soñando, pero no, vivía una realidad como la vida misma. Hace dos días fue, por lo visto, su cumpleaños y a cada cliente ofrecía un pequeño bombón. Este hombre ha hecho de la mendicidad toda una profesión. Enhorabuena, hasta para limosnear se necesita arte.

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