Publ. en "Información Jerez" en Noviembre de 2004.
Las lágrimas se producen por y para muchas circunstancias que son, sobre todo, reflejo de sentimientos incontenidos. La mayoría de las veces son producidas con el fin de lubricar el ojo protegiéndolo del contacto exterior con el mundo, otras veces como consecuencia de una estimulación, por ejemplo, la intrusión de un cuerpo extraño. Pero hay otro tipo de lágrimas como las emocionales que solo el ser humano es capaz de desarrollar.
Hasta hace poco llorar era solo cosa de mujeres, los hombres nunca debían de hacerlo; era lo que una sociedad machista enseñaba a los varones desde una muy tierna edad. Pero claro, el arriba firmante, a pesar de hacer sido rendido a los dictados de mi época en este sentido, pesan en mí los sentimientos, y hay ocasiones que no puedo reprimir unas lágrimas originadas tanto por penas como por alegrías. Debo de aclarar que el varón es también un ser humano y, por lo tanto, tiene todo el derecho a sentir. El hombre posee ciertas cualidades innatas de su género, sin embargo, llorar no es algo que desvirtúe sus otras características, como pueden ser su actitud protectora y más fuerza.
A la Alcaldesa, quiero estar seguro, afloraron unas lágrimas oyendo el Pregón de la Coronación Canónica de la Virgen de la Concepción. Lo que no puedo asegurar es el trance o el momento de esta exaltación clamorosa, que le hizo despertar tan hermosos sentimientos. En mi condición de hombre no me avergüenzo confesar que también lloré. Pero claro, como padre del pregonero, tal vez surgieron –aparte de aquellos otros de buen cristiano, aunque de impenitente búsqueda de la Verdad- otras emociones nacidas del reconocimiento a un buen orador, escritor y poeta; a más de hijo. Me atrevo a escribir de esta forma, cuando ya otros lo han hecho y reconocido sus méritos, en la seguridad que si su Pregón no hubiese estado a dicha altura, recibiría igualmente mi crítica pero, eso si, en la soledad de mi casa; los dos solos. Como siempre he hecho desde que era niño.
La alcaldesa, repito, lloró y eso la engrandece. El pregonero también lo hizo de distinta forma. Su pregón fue una súplica constante en la búsqueda de esas estrellas que quiso y logró bajar del cielo para tan hermosa Corona. Lloró, os lo puedo asegurar, por la actitud pasota de muchos, por la incomprensión, de los que anteponen una determinada Advocación, al amor y cariño que debemos tener a la Madre de nuestro Redentor y de todos nosotros, llámese como quiera que se llame Ella.
Nuestra alcaldesa tuvo un rasgo esencialmente humano, la capacidad –a buen seguro- de llorar de emoción, de alegría o sabe Dios por qué tristeza, sólo es propiedad de ella y de sus emociones. Fueron momentos donde, parecía, que los sentimientos solo pudieron en aquellos precisos instantes de emociones incontenidas, encontrar una sola forma de expresión en las lágrimas. Era Jerez entero, que ella como alcaldesa representa, el que expresaba sus nobles sentimientos. Sus ojos hablaron. En aquellos momentos vinieron a mi memoria unos versos de Sor Juana Inés de la Cruz: Óyeme con los ojos/ ya que están tan distantes los oídos, / y de ausentes enojos/ en ecos de mi pluma mis gemidos; / y ya que a ti no llega mi voz ruda, / óyeme sordo, pues me quejo muda.
Solo queda que el próximo día 8, miércoles, día de la Inmaculada Concepción Jerez entero se eche a la calle y acompañe con su presencia a la Santísima Virgen en día tan excelso y elevado de su Coronación Canónica. Así sea.
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